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lunes, 8 de junio de 2015

Todos somos Polar por @vjmc @EmpresasPolar

Yo no trabajo en Polar pero llevo 53 años comiendo arepa. No tengo nada que ver con esa empresa, pero me siento parte de sus desafíos

Todos somos Polar por Víctor Maldonado C.

Mi mamá tiene 80 años. Sus días comienzan muy temprano. Baja con cuidado a la cocina, prende la luz, abre la despensa, saca un paquetico amarillo, y entre oraciones y encomiendas a Dios, va amasando las arepas del día. A las 6:00 a.m. bajo yo y me consigo con esa inmensa caricia que consiste en el desayuno provisto con tanto cariño y consistencia. “Cómase la arepita mijo… ¿me quedó muy tostada? ¿Me pasé de sal?”. Yo la miro y me siento inmensamente afortunado. El plato es la comprobación de que sigue allí, viva y amando temprano, a través de lo que mejor sabe hacer, esa sencilla comida que me asegura una mañana sin demasiadas batallas. Mi esposa baja después y allí sigue mi mamá, pero esta vez la arepa está debidamente envuelta, dispuesta para comerla en el carro mientras acometemos el primer viaje en familia, de la cual yo soy distribuidor obsesivo.

Cualquiera de nosotros tiene en común con el resto de los venezolanos esa arepa rellena que inaugura nuestras mañanas. Y que muchas veces cierra nuestras largas jornadas. Ningún venezolano se ha eximido de quitarse el calor con una cervecita bien fría –y ahora que estamos condenados al racionamiento eléctrico, esa será además la única posibilidad- y la malta es para niños, jóvenes y viejitos una bebida insustituible. La playa, la montaña, los almuerzos familiares, el lavado del carro, la tertulia con los vecinos, el resuelve de cualquier noche, tiene como compañero infatigable a esa empresa de alimentos con la que todos los venezolanos nos sentimos tan identificados. Sabemos que estamos en el país porque en cualquier lugar de su geografía uno pide y hay. Un inmenso esfuerzo logístico permite esa cobertura que es la envidia de sus competidores, y por supuesto, esa omnipresencia que solo se les reconoce a los dioses –y a Polar- es el resultado de buena dirección de sus líderes y trabajo comprometido y eficaz de sus trabajadores.
Polar es el símbolo de que podemos hacer bien las cosas que nos proponemos y que no conseguimos límites para hacerlo a lo grande. Uno de sus productos emblema, Harina Pan, surte el 50% de la demanda de harina de maíz, o sea, llega a proveer a 3,55 millones de familias venezolanas. No hablemos de la cerveza, que es imbatible y contra la que no han podido intentos trasnacionales de imponer otra marca. También ellos nos han hecho sentir el orgullo del vino Pomar, y del esfuerzo heroico de explotar una viña y una bodega que produce caldos competitivos y un espumante que puede pasar por los mejores. Allá he llevado decenas de veces a mis alumnos, pretendiendo que aprendan a amar un país que no se amilana, que tiene razones para sentirse orgulloso, que ya ha sembrado la semilla del futuro, una y mil veces, y que en el plano de sus resultados se propone como infinitas razones para la esperanza.
Trabajo productivo y buen liderazgo producen esos resultados. Cualquier país tendría a Polar como parte de sus activos sociales indiscutibles e irrefutables. Cualquier país, pero lamentablemente no en Venezuela. Al socialismo del siglo XXI le repugna el éxito privado. Cientos de controles, inspecciones sin fin, permisos que no se otorgan, oportunidades que se pierden, acoso logístico, violación a los derechos de propiedad, allanamiento a sus propiedades, perturbación de las relaciones con los trabajadores, inseguridad jurídica, y ese insulto constante, esas acusaciones sin fundamento, ese deterioro del respeto debido, esas ganas que el socialismo siente de manosearla para acabar con ese espejo de éxito en el que algunos no se ven reflejados, todo eso y quien sabe cuantas más, son parte de esa agresión cotidiana, incomprensible, inatajable, irracional e insensata que nos hace preguntar una y otra vez por qué. ¿Qué sentido tiene acorralar al éxito empresarial? ¿Qué propósito tiene envilecer a una empresa que hace lo suyo, y que además se ha ganado el puesto que tiene en la conciencia colectiva de los venezolanos? ¿Cuál es la ganancia que obtiene el país al trastornar el empleo de 30 mil trabajadores?
Venezuela tiene miedos. La inseguridad y el puño autoritario se ceban en las esperanzas de los que aquí vivimos. Sabemos que todo es posible, pero sobre todo lo malo. No hacen falta excusas, porque se ha perdido ese pudor que aludía a la realidad y buscaba justificaciones. Vivimos de muertes anunciadas que se postergan buscando el mejor momento. Sentimos que el gran triunfo es ver el ocaso de cada día sin que hayamos perdido eso que nos es valioso. ¿Qué sentido tiene malograr el acontecer del país con todas estas embestidas? ¿Qué sentido tiene dañar lo bueno que aun nos queda? ¿Qué propósito puede tener colocar una empresa más en la larga lista de fracasos que se inventarían entre las que han sido estatizadas? Venezuela tiene demasiados miedos, pero no ha perdido todavía el arrojo que significa responder unívocamente que “Todos somos Polar”
¿Qué significado tiene que todos seamos Polar? Que respondemos a las malas épocas con más trabajo y más compromiso. Que practicamos la resiliencia y la adaptabilidad. Que no hay torniquete que nos corte las ganas de quedarnos aquí para seguir construyendo el país –y evitando su derrumbe-. Que cada nuevo obstáculo es un aliciente para demostrar que no podrán desangrar nuestra alma del coraje. Que es difícil que nos dejemos vencer. Y que estos tiempos oscuros se alumbran con la sensata solidaridad hacia las experiencias que nos resulten valiosas.
Polar no nos estorba. Todo lo contrario, nos hace falta.
Yo no trabajo en Polar pero llevo 53 años comiendo arepa. No tengo nada que ver con esa empresa, pero me siento parte de sus desafíos. Por eso quiero formar parte de esta respuesta. Polar es esa narrativa del país que me hace pensar que todavía tiene sentido quedarse y luchar. Porque como le dije hace poco a mi hijo, si la cosa se pone peor –y puede ponerse peor- estando aquí todavía podremos comernos una arepa remojada con guarapo, mientras miramos ese azul cielo y ese verdor de montaña que me recuerda que vivimos en Caracas, donde hay una empresa que produce la mejor cerveza del mundo.

@vjmc



Todos somos Polar por Víctor Maldonado C.





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