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miércoles, 29 de octubre de 2014

#Venezuela: Los costos de una “revolución”: @VenEconomía Opina

La "soberanía energética" que proclamaba Hugo Chávez conquistaría con sus políticas del socialismo del siglo XXI, no se percibe hoy por ningún lado.

Los costos de una "revolución"

Cuesta creerlo pero lamentablemente es cierto: PDVSA, una de las principales estatales petroleras del mundo, se ha visto obligada por primera vez desde 1918, a comprar crudo ligero en el extranjero, a fin de mezclarlo con el petróleo extrapesado de la Faja Petrolífera del Orinoco.

Al país que posee el 25% de las reservas certificadas de petróleo del mundo llegó este sábado25 de octubre un cargamento con unos 2 millones de barriles de crudo liviano de Argelia, destinado a la planta de Jose, en el estado Anzoátegui.

Además, según informaciones extraoficiales, el gobierno venezolano habría negociado con China la compra de otros dos cargamentos de crudo liviano, por alrededor de 1 millón de barriles c/u, mediante una operación triangulada con Rusia, y habría firmado acuerdos con la estatal argelina Sonatrach para envíos futuros.

La "soberanía energética" que proclamaba Hugo Chávez conquistaría con sus políticas del socialismo del siglo XXI, no se percibe hoy por ningún lado.

Se preguntará el lector qué es lo que se ha hecho mal, para terminar en esta dramática situación.

La respuesta es ¡todo! Por ejemplo, entre otras más:

1)
 Descapitalizó (por motivos políticos) a la empresa de su recurso humano altamente capacitado y especializado, que se venía formando desde varias décadas atrás. Más de 20.000 profesionales y técnicos fueron despedidos de PDVSA, por denunciar y resistirse a la politización de la empresa. Con ello se puso fin a la meritocracia y se dio paso a la "carnetocracia" y a la obsecuente devoción revolucionaria como requisito indispensable para formar parte de las nóminas de PDVSA.

2) 
Con este despido masivo, también se desmanteló el Instituto Tecnológico Venezolano del Petróleo (Intevep), "el brazo tecnológico de Petróleos de Venezuela", su filial de investigación que tenía el Know-How para aportar soluciones estratégicas en materia de tecnología. Ese instituto visionario fue quien inventó y patentó la Orimulsión ®, un proceso que permitía la licuefacción del bitumen de la Faja, a fin de hacerlo apto para su uso y exportación. Una tecnología tan menospreciada por los revolucionarios que la vendieron a su mejor postor: China. Hoy Venezuela, no tiene la Orimulsión y tampoco produce suficiente nafta ni crudo liviano, con los que fue sustituida esta para bajarles la densidad a los crudos pesados de la Faja.

3) 
Expropió activos y canceló contratos, arbitraria e ilegalmente, con las experimentadas empresas mejoradoras de crudo internacionales que aportaban experiencia, tecnología e inversiones para la explotación de la Faja del Orinoco. Hoy el Estado venezolano se enfrenta a demandas millonarias de muchas de estas empresas en tribunales internacionales, entre ellos el CIADI, que hacen prever pagos milmillonarios en indemnizaciones en los próximos años.

4) 
Tras la solicitud en 2004 del primer "millardito" al Banco Central de Venezuela, para traspasarlo a PDVSA a fin de financiar actividades ajenas a la empresa convirtió a la estatal petrolera en el abasto de la revolución y en un barril sin fondo donde se dilapidó el milmillonario ingreso petrolero de más de una década. La Venezuela bolivariana que gestó Chávez con los Castro, fue en contra corriente con la política de ahorro de la renta petrolera que había iniciado Rafael Caldera en su segundo gobierno, para alimentar sus reservas internacionales, los llamados fondos anticíclicos, como lo hicieron otros países como Noruega, Arabia Saudita, México, Brasil o Colombia.

Hoy las arcas públicas estas vacías; el precio del petróleo va a la baja (un promedio de $75,79/bbl. en la semana finalizada el 24 de octubre); la producción petrolera se encuentra en declive y el Estado está endeudado hasta la coronilla.

Estas son las nefastas consecuencias de estar gobernados por personas que no creen en la planificación, en la tecnología, ni en la investigación, mucho menos en la inversión, mantenimiento o en la sinergia de trabajar en equipo sector privado, recursos humanos capacitados y Estado. Pero lo peor es que no creen en su propia gente: Los venezolanos.

Editores de VenEconomía

 

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