Comparte

domingo, 10 de agosto de 2014

Tú sí eres #chévere, por Héctor Torres @Prodavinci

Excelente, aunque tan triste. 

Tú sí eres chévere, por Héctor Torres
Tú sí eres chévere, por Héctor Torres 640
No sabría si la palabra se fue cargando de connotaciones negativas con el tiempo, o si este nos fue revelando la verdadera naturaleza que aquella entrañaba, mostrándonos cómo, en su aparente inocencia, contribuyó a que llegáramos a este punto en que nos encontramos. Lo cierto es que esa decisión del Ministerio de Turismo de vender al país bajo el lema de “el destino más chévere” luce, por decir lo menos, de una sinceridad incompatible con lo que un turista esperaría de unas vacaciones.
Después de todo, visto a la luz de los hechos, ¿quién es el chévere? El chévere es el “de pinga”, el sobrado, el sabrosito, el que está por encima de las normas, el que no se toma nada en serio. El chévere te pregunta, genuinamente extrañado, cuando le reclamas su falta de responsabilidad: “¿Te vas a poner con esa?”. El chévere usa su cargo público para disfrutar de sus privilegios. El chévere es grosero, violento, abusador, y de paso sonríe. El chévere finge que trabaja, que escucha, que atiende las reglas. El chévere se siente por encima de los demás y ni siquiera lo disimula.
“Tú sí eres chévere”, le dicen con indignación al “vivo”, al que se salta la ley.
 El cheverismo es una forma de complicidad en la falta, dejándola pasar. Allí, la “simpatía”, la sobada de hombros, las palmaditas, el “miamoreo”, el regalito “pal café”, sustituyan a lo correcto, lo debido, lo legal.
El cheverismo es un lastre disfrazado de don. Todos lo sabemos pero como, de una manera u otra, todos apelamos a ese infalible recurso, convivimos en silencio con la enfermedad. Y, cuando logra desarrollarse en toda su extensión, se aprende que no hay que hacer todo el trabajo asignado, o a llegar tarde con la excusa adecuada, o a compensar con “regalitos”, a resolver, a improvisar…
Chévere es el que se gasta la quincena en una fiesta. El que se gana fama por su absoluta irresponsabilidad. El que conoce todos los botones y todos los atajos. El tipo. No deja de ser curioso, de hecho, que casualmente encuentre sus pares en la región. Es “el guapo”, de Cuba. O “el ficha” panameño. O “el verraco” colombiano. Y “el tíguere” (o el tiguerazo, o el tiguerón) dominicano.
Al chévere o le ríes el chiste o le ríes el chiste. Puro Caribeo, pues.
*
Y, aunque usted no lo crea, el cheverismo puede agravarse. No se alimenta ese monstruo en vano. Cuando se impacienta, o recibe mucha presión, o ya no le funcionan sus falsas cordialidades, se transforma y pasa al ataque. Entonces muta a una expresión cuyo síntoma más visible es que ahora no hace lo-que-le-da-la-regalada-gana con una sonrisita, sino que hace lo-que-le-da-la-regalada-gana porque sí.
“Te guste  o no”.
En ese punto nace el medalaganismo, el cual siempre termina por apelar a dos recursos que lo acompañan como el hambre al perro callejero: el carajeo y el malandreo. Es decir, el que le encanta gritar y (necesita) demostrar su superioridad ante los demás, y el que hace lo que le da la gana a sabiendas de que está perjudicando a los demás, pasando por encima de lo correcto, del sentido común y de la opinión (o, incluso, de las protestas) de los otros, que dejan de ser sus prójimos para ser sus víctimas.
Usualmente une ambos recursos en un solo accionar. Y así, con ambos incrustados en el chip, se “presta servicio” en Venezuela. Y se pretende atraer turistas. Con gente que desconoce el más mínimo sentido del compromiso y respeto por el que está pagando para ser atendido. Y es así como, por medalaganismo, los locales no abren cuando dice el horario sino cuando el encargado decide. Por medalaganismo cambian el menú de los restaurantes sin avisar. Por medalaganismo el taxista decide no atender un servicio solicitado “porque por ahí hay mucha cola a esta hora”. Por medalaganismo los policías ni cumplen ni hacen cumplir la ley. Por medalaganismo “yo hago lo que me da la gana con mi negocio”. El medalaganismo es lo que permite que en Venezuela no sólo se presente mal servicio, sino que se diga, además, “si no te gusta te vas”.
El tema da para largo. Estamos en el momento ideal para pensar en un país mejor por venir. De hecho, sobre este asunto específico se asoma en el horizonte un libro que promete: “Ni tan chéveres ni tan felices”, de la profesora y narradora Gisela Kozak.
Por lo pronto, en mi país soñado, el gobierno no ofrecerá un país chévere. Me conformaré con que prometa que el turista será tratado con el respeto que se merece. - y diría yo que no lo maten. 



Tú sí eres chévere, por Héctor Torres « Prodavinci





Comparte esta pagina|

Subscribase por email

Ingrese su correo electronico: